miércoles, enero 03, 2007

Colapsos, Ángel Vallecillo

Difácil, Valladolid, 2005. 224 pp. 13 €

José Manuel de la Huerga

Ángel Vallecillo avisa en la primera página: “Voy a mataros a todos”. Advertencia sanitaria: leer estos relatos hilados entre sí tiene serios efectos secundarios: risa convulsa incontenible, vértigos, ansiedad, insomnio del retardo, histeria, pánico, sorpresa, alucinaciones, problemas de mala conciencia... Y al final, la muerte, o la desaparición. O la huida hacia el futuro. Que cada cual lo interprete como le apetezca. Cada relato, un efecto secundario, mínimo. Garantizado. He aquí el prospecto de uso para tiempos adversos. Pero a pesar de la advertencia, entramos a saco y caemos en su trampa, nos atrapa en su red de personajes que se mueven por el mundo (Nueva York, desierto de Nevada, una isla canaria, cárcel del pueblo en Roma, Tokio...) como el escenario salvaje del colapso económico mundial y la Gran Guerra posterior.
El tiempo es el actual, año 2004 y unos años antes y después. Los relatos están articulados en tres grupos y un epílogo: “Precolapso”, “Colapso” y “Poscolapso”. Algunos personajes no nos abandonan y como el micelio de los hongos aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer, transformados o debidamente maquillados. Así las mujeres: la mujer de rojo, embarazada, Ali o Alicia o Alicia Brutti o la Señora Lanegan, protagonista de la película pornográfica que David Lynch rodará en el desierto de Nevada. Es la misma, insegura, enfermiza a ratos, terrible y justiciera con su madre en la cárcel romana del pueblo en “Ella”, calculadora como doble espía en “Fe y Obediencia”, curiosa y fresca en el primer relato de la serie, “Cuatro clases”.
Malcom La Sal pasa de pobre profesor de griego de instituto centroeuropeo a reventarle la banca a un casino americano y hacerse uno de los grandes poderosos del planeta en tiempos sin ley, escondido en un búnker, con la intuición esotérica de una cábala rara como trasfondo acuciante. El otro poderoso es Númuno, hijo de un humilde mecánico en los puertos de Nueva York que quiere un futuro para su hijo como salvador de la clase obrera del mundo. El chico aprovecha el dinero ahorrado por su padre durante toda una vida de sacrificio para estudiar y convertirse en un auténtico crack de las finanzas. Se volverá un líder populista que nos hará pasar un malísimo rato...
Es sorprendente la riqueza de estilos que nos presenta esta novela coral, desde lo paródico a lo confesional, pasando por la narración trepidante, los diálogos ácidos, magníficamente ajustados, y los textos aparentemente subliterarios (trascripciones de diálogos de mafiosos o de políticos americanos de altísimo nivel de confidencialidad, textos científicos, de enciclopedia cinematográfica, entrevista a la madre de la estrella del cine porno Ismael Thor, notas a pie de página, bibliografía, diarios personales...). Y este pastiche cuaja, y de qué manera. No hay una página que no esté cortada a cuchillo: la palabra precisa, qué gusto, y este es un agradecimiento personal en un tiempo donde se publica de todo, sin cribar. Esa es a mi juicio una de las claves de su calidad. En cualquiera de los registros que ataca con éxito Vallecillo no chirrían las palabras por disparatados que sean los hechos que se nos narran. Nos lo creemos todo. Cada personaje asume el decoro de su condición: la filosofía nietzschiana en el discurso de Númuno al pueblo enfervorizado alzado en armas, el placer de la reconciliación consigo mismo y con el otro de enfrente del lago entre Jeremías y Rom (este relato es una maravilla, se siente el frío en el lago cuando la protagonista patina y el que nos lo cuenta roza la felicidad auténtica de encontrarse en el mejor lugar en el planeta) o el diario de Ana Punk al que nos asomamos en apenas un par de páginas, convulsos, sorprendidos porque nos pillamos riéndonos ante verdaderas atrocidades violentas: a la chica le gusta que su padre la pegue. Uno termina saliendo del diario creyendo en el poder salvífico de los textos irreverentes.
Mientras leía por segunda vez el texto con lupa, buscando costuras o algún repliegue en la línea espacio-tiempo donde guarecerme, encontré a un escritor que sabe como pocos asimilar lo mejor de la literatura europea y americana del siglo XX. Quienes hayan disfrutado del más experimental y rompedor Italo Calvino no saldrán decepcionados de Colapsos. A la manera de Si una noche de invierno un viajero... leemos el comienzo de una buena decena de novelas. Se abren los textos como flores de diferentes aromas y carnalidades, algunas manifiestamente carnívoras, otras alucinantes como cajas vacías que guardan un secreto de luz y de calor. Si lo que nos atrae es quedarnos perplejos por un mundo futuro o paralelo al nuestro, sin límites en las normas sociales, donde ponemos en solfa el tiempo, el amor y la muerte, en fin, la construcción de una nueva civilización salvaje que nos inquieta hasta el insomnio, no podemos dejar pasar delante de nosotros a Colapsos. Ray Bradbury, el escritor de Crónicas marcianas, pensaría que acaso lo había escrito él en algún momento de ubicuidad, o algo por el estilo. Estoy seguro.
Las historias pueden parecernos lejanas en el tiempo y en el espacio, pero el lector detenido sabe de sobra que estos relatos funcionan como un espejo futuro que nos persigue y nos causa verdadera zozobra. Y lo mejor de todo es que cumple con el primer mandamiento de la literatura: no aburrir.
Reto a cualquier lector de cualquier gusto y exigencia literaria a coger el libro y leer sólo el primer relaro. Será imposible que lo abandone, querrá saber qué pasa con esa hermosa preñada de vestido rojo que en principio no sabe a qué atenerse cuando, en plena calle, se la propone filmar una película porno por diez o quince mil dólares y que pronto se subirá al coche de Adler y Sara, los del casting, que, por cierto, discuten qué tipo de personas son cada uno de ellos para el amor. Hay cuatro tipos. Y no cuento más...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace seis meses tuve la oportunidad de escribir una artículo sobre esta novela. En él decía que existen novelistas que escriben con el cuchillo entre los dientes y, desde luego, Ángel Vallecillo es el mejor ejemplo. Sobre todo con este libro: un manifiesto desolador repleto de traiciones y de certezas tan dolorosas como la del amor imposible. La insoportable levedad del ser en clave Tarantino. Vidas cruzadas encajadas en matrioskas de porcelana. Juegos borgianos de todo tipo, textos extraídos de supuestos libros, grabaciones de la CIA, transcripciones de entrevistas telefónicas, páginas de diarios, biografías inventadas, diez mil decimales del número Pi y una visita al cerebro de David Lynch. Todo ello está en Colapsos y un millón de cosas más. Uno de los tres mejores libros del 2006, sin ningún tipo de dudas. La lástima es que muy pocos se han enterado. Cosas de la globalización y del mercado editorial actual. José Manuel de la Huerga lo resume a la perfección. Lo mejor de “Colapsos” es que cumple con el primer mandamiento de la literatura: no aburrir. Amén.

Anónimo dijo...

'Colapsos' es una novela que se sale, yo también tengo la suerte de haberla leído -antes del Premio Miguel Delibes-.

Si el monopolio editorial no fuera el que es, este libro estaría en la lista de los más leídos.

Anónimo dijo...

Muy buena, pero no hay que pasarse.
Además, veo en ella más a Frank Miller que a Bradbury.

Anónimo dijo...

Puede que sea más Miller que Bradbury. Pero Colapsos toca lo que nadie hasta ahora ha hecho en la novela española. Nocilla Dream es un simulacro de Colapsos. A este Vallecillo hay que seguirle porque le queda mucho recorrido.