viernes, agosto 31, 2007

Cuando mi gato era pequeño, Gilles Bachelet

Trad. María Dolores Caballer Gil. Molino, Barcelona, 2007. 32 páginas. 13 €

Care Santos

Papás y mamás que explicáis cuentos a vuestros hijos, haced la prueba: abrid este magnífico álbum por cualquiera de sus páginas frente a los ojos de un niño de entre 4 y 10 años y dejadle que mire. Basta con eso para disfrutar —y mucho— de la segunda aventura del elefante-gato que nos sirve este autor e ilustrador francés, nacido en Saint-Quentin en 1952. Como toda la buena literatura infantil, este libro sorprenderá y seducirá a lectores de todas las edades.
Ya en el anterior volumen, el premiado Mi gatito es el más bestia (Molino, 2005), sentaba Bachelet las bases de su modo de contar: mucho humor, no poca ternura y amor por los detalles. La historia era allí muy simple: el autor, en primera persona, nos cuenta las rarezas de su gato, un bicho tan extraño que incumple todas las características de la especie felina. El texto enumera las virtudes de los mininos, que su mascota contradice sin cesar, con lo cual el amo llega a la conclusión de que su gato "es el más bestia". Todo eso aliñado con guiños al lector adulto, y homenajes manifiestos a otros elefantes célebres —el Babar de Jean de Brunhoff, por ejemplo—. Una verdadera delicia.
En este segundo libro, los guiños continúan, pero son menos evidentes. El humor es, en cambio, más agudo (parece ser marca de la casa de un autor que ha publicado en Francia, también para niños, las aventuras de un héroe llamado Champignon Bonaparte). Asistimos ahora a una mirada retrospectiva a los primeros años de vida del extraño gato: desde que fue adoptado —el autor se dibuja a sí mismo— hasta su primer y estrafalario enamoramiento cuando alcanza la edad del pavo. La voz del narrador nos describe cómo su mascota llegó con entusiasmo a su nuevo hogar, se hizo enseguida a los espacios, y se encariñó con un peluche que él había regalado para evitar que se entristeciera en su ausencia. Lo que observamos en los dibujos, en cambio, es algo bien distinto: la torpeza del animal al dar sus atemorizados primeros pasos por la casa, sus accidentes en el baño y su odio manifiesto hacia el peluche en cuestión que, para más guasa, es un elefante. El odio de la mascota hacia el muñeco ocupa la parte central del álbum. Por supuesto, el dueño no lo interpreta del modo correcto, aquel que sí ven con toda claridad los lectores: el elefante odia al peluche, trata de librarse de él, lo pisotea, lo destroza... sin ningún éxito. Esta contradicción entre el texto y el dibujo es uno de los grandes encantos de este volumen, que fascinará a ls lectores más pequeños.
Para los mayores: lo que no se dice, lo que el amo del gato-elefante no cuenta de sí mismo, pero vemos en las ilustraciones, cobra también una dimensión especial en esta nueva entrega. Por los detalles de los dibujos conocemos mucho acerca del genio despistado que convive con el protagonista de la historia: que lava su ropa con jabón de albaricoque, que le gusta el chocolate o que tal vez se esté mudando de casa. También sabemos que es un ser descuidado y extravagante que cuelga los calcetines en el perchero de la entrada y tiene un cuadro con el símbolo del yin y el yang formado por dos elefantes en la habitación de la colada.
Por último, lo evidente: las ilustraciones. Ya lo habíamos visto en el primer título, pero lo corroboramos en éste. Las ilustraciones de Bachelet bien merecen un álbum de gran tamaño, donde puedan apreciarse no sólo los detalles —hay muchísimos— sino también la expresión del elefante protagonista. Los niños lo pasarán en grande con las páginas que contienen más acción, especialmente en aquellas que se expresan a modo de viñetas, y que son también las más humorísticas. En las otras, sin embargo, podrá entretenerse haciendo descubrimientos: la portada de un diario desplegado, la autoría de la partitura abierta sobre un piano, la pared que conserva las marcas de los carteles que estuvieron en ella...
Ahora ya sabemos que el gato con problemas de personalidad a causa del despiste de su amo ha tenido una infancia solitaria e iracunda y una entrada en la adolescencia marcada por un amor irracional hacia una zanahoria de juguete. Ahora, como ocurre con todos los héroes, deseamos saber más de él: ¿le corresponde la zanahoria? ¿se cura él de su melancolía? ¿cómo supera las dificultades de la difícil primera juventud? En pocas palabras: queremos más gato-elefante, Bachelet.

1 comentario:

El canibalibro dijo...

Vamos corriendo a comprarlo. Porque nosotros seguimos siendo unos niños y aunque sólo sea por las ilustraciones, ese album infantil ya es una maravilla. Enhorabuena por el interesante artículo y un saludo del Canibalibro.