viernes, julio 04, 2008

Cuentos de hadas, Charles Perrault

Ilustraciones de Lucien Laforge. Edición y traducción de Luis Alberto de Cuenca. Rey Lear, Madrid, 2008. 102 pp. 25 €

Doménico Chiappe

El espanto puede apoderarse de cualquier padre que, una noche, ese espacio propicio para la lectura de cuentos, comienza la entonación de una historia mal recordada, o conocida de oídas, o aprendida de alguna otra edición. Puede sentir cómo tiembla el pulso a medida que se avanza en una lectura, en voz alta; con un niño espectador, atento no sólo a la historia sino a las señales que encuentra en lo que su padre, ese ser que le salva la vida a menudo y en quien confía, le refiere. Así que aquel que lee (y que cree que le hace un gran favor a su hijo al dedicar el tiempo a un libro y no a una cómoda proyección de peli disney o de Caillou en que puede ausentarse) conoce el poder de su acto y descubre que todo su ideario de inteligencia y coherencia se derrumba al servir de emisor a un cuento que, aunque está basado en los hermanos Grimm o en Andersen, ha sido adaptado por no se sabe qué energúmenos que revenden su bodrio al grupo Prisa para encartarlo con El País, o a la gente de Mediapro, que lo regala con Público. Lo barato no es un juego de niños.
Para qué indagar en el contenido machista, supersticioso, alentador de la mediocridad, de la desigualdad social y de todo tipo de costumbres medievales que contienen estos libros reescritos desde la simplicidad. Mejor hablar de una adaptación más autorial, donde estas circunstancias criticadas no tengan una relevancia que acapare el tema. Es el caso de este libro: Cuentos de hadas, de Charles Perrault, traducido y prologado por Luis Alberto de Cuenca, quien cuenta, en las palabras introductorias, que su labor de traductor la dedicó sólo a los ocho cuentos en prosa que componían una edición que él había encontrado casi por casualidad en una librería de viejo de Madrid. Descartó las “moralités” en verso.
Estos ocho cuentos son: La bella durmiente del bosque, Caperucita Roja, Barba Azul, El gato con botas, Las hadas, Cenicienta, Riquete el del copete y Pulgarcito. Estos textos mantienen aquella generalidad que les hizo fácilmente recordables (una trama sencilla y archiconocida) pero contienen, cada uno de ellos, una cantidad de detalles que les hace verosímiles (esa cualidad imponderable de la buena literatura) y que mantiene la complejidad de los personajes (alejados felizmente de la superficialidad que parecen envolver invariablemente a la “princesa” o del estereotipo del “príncipe”).
Por otra parte, este libro merece un lento paseo visual por las caminerías de la contemplación, que se puede realizar antes o después de haberlo leído. Porque mantiene con fidelidad aquello que cautivó a Luis Alberto de Cuenca: las ilustraciones de Lucien Laforge, dueño de un trazo minimalista y expresivo, que posee aquello que hoy cautiva a los lectores de cómic: un proceso de doble lectura, eficaz tanto para el adulto como para el infante. Ilustraciones que rematan cada página, con algo más que un simple adorno, y que se luce sobretodo en las secuencias de El gato con botas.

1 comentario:

Francisco Cenamor dijo...

Como vuestro blog nos ha resultado interesante, el próximo viernes 12 de julio incluiremos un breve comentario en nuestro Blog literario Asamblea de palabras (http://franciscocenamor.blogspot.com) para que nuestros lectores y lectoras le echen un ojo.
Un saludo.