martes, febrero 24, 2009

Creta lateral travelling, Agustín Fernández Mallo

Editorial Sloper, Palma de Mallorca, 2008. 138 pp, 18 €.

Inés Matute

Sabemos, porque así lo ha afirmado, que a A.F.M le gusta la imagen de una cama elástica perfectamente tensada: a simple vista, nada ocurre en esa superficie muerta, pero si dejamos caer cualquier objeto, por leve que sea, al mínimo roce saldrá rebotado con una energía que en apariencia no guarda relación con esa cama, un paisaje quieto y casi mineral. Para Agustín, esa es una de las posibles definiciones de belleza: la tensión que es sinónimo de inquietud. Por ese motivo, supongo, y buscando la belleza, buscando la tensión, el autor gallego escribió en el año 1998 una obra tan desconcertante como aguda; un texto inclasificable embrión de todo lo que habría de venir después, pues Creta Lateral Travelling no es un libro de viajes al uso, ni un recorrido por la isla griega con itinerarios, anécdotas chispeantes y pellizcos de queso feta. Aunque sí participe de la aceleración medida de un buen Sirtaki. De hecho, nada en Fernández Mallo se inscribe dentro de los parámetros de lo previsible, pues, como él mismo ha afirmado en más de una ocasión, «mis textos producen zonas híbridas, cartografías literalmente monstruosas, y es esa zona fronteriza la que me interesa investigar». ¡Qué diablos! La poesía bebe de tantas fuentes como el mundo que la rodea, y en el caso de Agustín, sirve, disfrazada de prosa, maquillada de ciencia, para situarnos en el presente.
Fiel a su proyecto de hibridación de géneros, de temas y de voces, y años después de una publicación casi clandestina —pese a todo, Premio Café Mon de Palma de Mallorca, año 2004—, C.L.T adquiere su verdadera dimensión al ser contrastada con las dos primeras obras de la Saga Nocillera: ahí está todo, comprimido, esbozado, apretado en una primera píldora. Qué puedo decir. A ratos, en esta lectura que también es un viaje y un recorrido por una Creta privadísima, Fernández Mallo me recuerda a Ray Loriga. Un Ray Loriga con imágenes más potentes y aligerado de palabras. Palabras, las justas, las que perfilan al poeta excéntrico que juega a explicarnos una fórmula y no atina, ofreciéndonos, a cambio, un paisaje irrepetible del cual, extrañamente, ya formamos parte.
Román Piña, el editor, ha tenido el buen gusto de aportar, además, dos ensayos del autor con los que la edición queda más completa. Sus títulos, Poesía postpoética: hacia una nuevo paradigma y Un diagnóstico, una propuesta, nos dejan bien claro que el azar o el ingenio aquí no pintan nada —ni el uno ni el otro garantizan buena literatura— y que en este encaje de bolillos que es su escritura, todo se mide, todo se pesa, y, sin embargo, fluye con una precisión que no deja de ser intuitiva. La precisión intuitiva que David Brooks reivindica constantemente.
Un libro para disfrutar y también para reflexionar, para hacerlo nuestro, no me cabe duda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Encantador libro. De acuerdo con lo dicho aquí.

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